sábado, 22 de marzo de 2008

SOBRE LA PIEZA Y EL MONTAJE

En nuestra versión de “A puerta cerrada”, todo aquello que podría ser concebido como referentes conceptuales, nunca se trabajó a priori de manera consciente, es posible, sí, que las imágenes e ideas expuestas en el texto hayan sugerido algunos impulsos de orden creativo. Sin embargo, el planteamiento fue el de intentar hacer emerger en los intérpretes el material expresivo sin aferrarse a dichas imágenes e ideas.

Esta dinámica fue permitiendo un contacto más individualizado de cada intérprete con sus propios contenidos inconscientes, y a partir de allí, la elaboración de las partituras escénicas. 
Nuestro infierno fue tomando forma a partir de las dificultades, de los círculos neuróticos repetidos una y otra vez sin salida aparente, de las inquietudes y fantasías, de las costumbres adictivas que anestesian y controlan, del espejo de la sombra, de las trampas del narcisismo y la apariencia.

El espacio se fue determinando como un último rincón de un infierno-cloaca en el que habita la costumbre de lo mismo repetido ad infinitum, es el escenario de la condena titánica de la repetición eterna.

Detrás de esa habitación, expresión consciente del infierno que llevamos dentro hay muchas más habitaciones, cableados, tuberías y cloacas.

Nuestra A puerta Cerrada lleva esta lucha a habitar el cuerpo de los intérpretes, es la expresión de la comunicación infructuosa y torturante de estos tres personajes, con la palabra, con la voz, con el gesto, con el cuerpo. Nuestros personajes son títeres de sus costumbres, forzados por ellos mismos a repetir una máscara una y otra vez, para ocultar lo que realmente son. Nues
tro infierno es el depósito de tres personajes-desperdicio, es el bote de basura, es una cloaca disfrazada de salón segundo imperio.

Nuestra obra es un rápido pasaje por la angustia infernal de tres desahuciados, condenados por su propia esperanza de que sus mentiras sigan funcionando en el inframundo.

Sobre la Pieza
 
“A puerta cerrada” aparece en 1944, un año antes del final de la II Guerra y último de la presencia alemana en Francia. La experiencia europea de las dos grandes guerras mundiales ha puesto en cuestión un supuesto éxito de la cultura occidental, específicamente europea, y coloca sobre el tapete la pregunta paradójica, de cómo esa cultura que produce los más altos vuelos del pensamiento filosófico, las más exquisitas obras artísti
cas y la más interesante investigación científica y tecnológica, haya simultáneamente producido el más horroroso infierno en la tierra. De allí en adelante, la sombra del más rotundo fracaso cubrirá sin remedio la aventura cultural de occidente. “A puerta cerrada” sintetiza una visión del hombre engarzada en esta perspectiva, el hombre como peor enemigo del hombre. La acción se desarrolla en el infierno, un espacio cerrado y sin salida, donde no es necesario ningún instrumento de tortura, ya que el infierno siempre es el otro, el compañero, el room-mate, bien sea privado, personal o continental.     

Este pequeño infierno de Sartre está habitado por tres personajes con mucho que ocultar y aparentar, se hallan en un rincón hermético, donde toda sombra sale a la luz, donde se van despojando de máscaras hasta quedar expuestos en sus sitios más vulnerables, hasta quedar “desnudos como gusanos”, allí cohabitan obligados por sus propias pulsiones personales a darse a conocer, a entenderse y descubrir que no hay trato posible entre los tres, que no existe tregua, que están diseñados para maltratarse, cada uno de ellos es el verdugo para los demás, allí comparten condenados un infierno que no les permite ocultar sus vergüenzas, sus culpas, sus oscuridades, más bien, todo ello se revela de manera escandalosa, descarnada, vulgar, socavando unas heridas que parecieran no tener fondo, y eso, para toda la eternidad.

Francisco Salazar (Director)